Lo más difícil…

Fue la caracterización. Conseguir ropa sexy de mi talla y zapatos número 44 de mujer no existen. Tuve que usar tres números menos de zapato y con 10 cms de altura. Todo esto sin práctica… Y tenía que caminar como una mujer sexy. Estar parada tres horas en una esquina, sin perder la postura de mujer. Fue incómodo y doloroso.

Además, muy complicado porque llegaba a la esquina con todas estas dificultades y me iba a encontrar con mujeres trans que eran las “dueñas” del lugar y sabíamos que eran muy agresivas. Las habíamos visto actuar con sables y cadenas.

La barba fue otro tema. Tenía que cortármela al ras y maquillarme. Pero la barba igual crece al final del día y las grabaciones duraban tres días, entonces era sacarme el maquillaje, volver a rasurarme y luego volver a maquillarme.

Una anécdota…

Llego al lugar, esta esquina del barrio rojo, y las chicas me miran de arriba abajo. Me preguntan quién soy y agregan que le tengo que dar un regalo a la que manda el sector para poder trabajar ahí. Me dicen que solo tengo que alejarme un poco de ellas. Esta reacción me sorprende, pues fue al contrario de lo que pensábamos… No hubo nada de agresividad.

Claro, después supe que yo no presentaba ninguna competencia para ellas. Yo, una mujer grande, sin ningún atractivo físico ni sex appeal. Y ellas, trans ecuatorianas, muy regias, producidas y sexys.